martes, 27 de octubre de 2009


Padezco de nieblas cerebrales que me animan a abrazar todo lo que una persona sana desaconsejaría. Ciertamente tiendo a evitar lo sencillo, y en la mayoría de los casos mis fantasías acaban retozando en complicaciones que atentan insistentemente contra mi estado cardíaco. Insisto una y otra vez en no optar por soluciones inteligentes, me empecino en lo no fiable, en lo que carece de garantías y de unos mínimos de seguridad. Me adentro en los misterios del universo arracional sin temer a la soledad ni a la compañía. Si puedo escoger bien, no lo haré, porque el tumor de la equivocación crece y crece cada día más y ningún médico me ofrece curación. Mis medidas son los excesos y en los límites no me siento extraña. La serenidad es ese país extrangero que nunca he visitado y cuyo billete no me puedo permitir. En lo absurda que resulta la expresión de mi cara que no clarifica, ni dice sí, ni dice "no", es donde me reúno contigo, para esconderme delante tuya, para desconcertar, para echarme luego las manos a la cabeza. Dime dónde estoy, y con suerte, tal vez, algún día, me encuentre. Entre el "estar" y el "ser", se escurre la vida, sin que puedas hacer nada por prolongar su olor, su tacto, su sabor.

5 comentarios:

Klaus dijo...

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Heimdall dijo...

Buffff... Me siento identificadísismo. En un momento de mi vida yo me encontre con la serenidad pero en seguida los dos vimos que no estábamos hechos uno para el otro asi que le dije tan pronto la conocí "Un placer pero me marcho... prefiero que mi andar siga dando pasos de pato mareado" y ella me contestó "Menos mal... ya me estabas estresando". Jajaja coñas aparte, este texto bailotea en mi espíritu como humo de tabaco con sabor a fresa. Este texto es (como bien nos tienes acostumbrados) genial.

Abraham dijo...

Lo único que puedo decir es que es un privilegio leer tu blog. Gracias por hacerme disfrutar.

.Lou Sara Salomè. dijo...

muchísimas gracias

Anónimo dijo...

muy bueno también. Bravo!