martes, 22 de septiembre de 2009


Es curioso, mi mente y mis pensamientos fluyen ágiles a vertiginosa velocidad, es curioso, mis palabras y mi voz tropiezan en torpes intentos.

Recorro mi escritorio de punta a punta, examino cada uno de los lápices y bolígrafos que yacen desperdigados y desafiantes. La grapadora sin grapas, vasos a medio beber de otros días que recogen el polvo y otras curiosidades, cenizas que atravesaron las fronteras del platito de cerámica “recuerdo de Barcelona”…

Un, dos, tres… concentración, vamos, concentración…

Pero mi voluntad se niega a sumirse bajo seriedades. Y entonces recuerdo que tengo que renovar el DNI, sí, para estar bien matriculada como una buena ciudadana, también tengo que regar la cebrina…

Te escucho, del otro lado de la pared, abrir la puerta de la nevera, tintineos de cristal, ¿qué estarás buscando?, cerrar la puerta y estornudar. Siempre te digo que no bebas directo del cartón de la leche, y sin embargo, nunca te he dicho que me gusta tu nariz. Sí, cuando lees concentrado alguno de esos artículos que a ti te gustan me dejas fascinada con ese sutil movimiento de nariz que acompaña a tus pupilas de un renglón a otro, y tu boca se acomoda como si fuera a emitir una secuencia infinita de “os”.
También me gusta esa costumbre que tienes de abrir cada día el buzón, aunque sepas que no vas a recibir ninguna carta milagrosa que te brinde la posibilidad de cumplir tus sueños, aunque sepas que no habrá ningún sobre medicinal que traiga un porvenir seguro… aún así, me impresiona este tu ritual de abrir, sacar publicidad de pizzerías y facturas insanas y volver a cerrar, y así cada día, le das un nosequé místico que haces que te quiera un poquito más sin motivo.